viernes, 4 de noviembre de 2005

La fuerza de la costumbre

Creo haber dicho ya que la rutina es la base sobre la que se asienta mi vida. Quizá todas, pero yo sólo puedo afirmarlo de la mía. Posiblemente sería incapaz de llevar una vida totalmente desordenada y anárquica, como la de algunos sin techo o algunos millonarios. Aunque hasta ellos tendrán sus costumbres inalterables dentro del aparente desorden. Me levanto casi siempre a la misma hora, suelo desayunar lo mismo, me siento en la misma mesa en el comedor de la empresa, voy a recoger a mi mujer a la salida del trabajo, juego al fútbol los miércoles, etc. Naturalmente con sus pequeñas variaciones y ocasionales salidas de fase que evitan que me vuelva un auténtico autómata. La rutina nos proporciona seguridad y confianza, y nos evita tener que decidir continuamente.
Y es curioso lo pronto que una actividad se convierte en costumbre, y de paso, auténticos desconocidos pasan a formar parte de nuestra vida cotidiana. Baste como ejemplo los paseos en bici que mi padre y yo empezamos a dar todos los sábados, y que ya son costumbre. La tercera vez que fuimos al mismo bar a tomar un café antes de salir, ya no hacía ni falta pedir la comanda al dueño. El cortado y el descafeinado de sobre ya se empiezan a preparar nada más entrar. Casi siempre hacemos el mismo recorrido, y nos encontramos a las mismas personas. Es más, cuando no vemos a alguien, le echamos en falta. ¿Te has dado cuenta que hoy no hemos visto al andarín? Qué raro, hoy no estaba el que se sienta en el banco de La Ministra, ¿estará malo el hombre?
Hay un personaje especialmente entrañable. Es un anciano ciclista que siempre está dando vueltas al circuito entre el muelle del Bajo de las Cabezuelas, la rotonda de salida de Astilleros, y Dragados. El primer día nos saludamos cortésmente (como es costumbre entre todos los que pertenecemos a la misma hermandad no declarada de los que montan en bicicleta, una cosa que he descubierto desde que damos estos paseos), pero poco a poco hemos ido cogiendo confianza a pesar de no intercambiar más que buenos días. La última vez que nos vimos noté hasta alegría en su saludo. Él también tiene su rutina, que es la de dar vueltas y vueltas todos los sábados a ese tranquilo rincón del universo.
Animales de costumbre, prisioneros de la rutina, espero ver mañana de nuevo a mi amigo el viejo ciclista. Puede parecer estúpido, pero yo también me alegraré de verlo.

5 comentarios:

  1. Dicen que se necesitan tres semanas para que algo pase a ser parte de tus hábitos, lo mismo pero al revés para que deje de serlo...

    Yo también soy más rápida para afianzar cualquier lugar, compañía, etc., y al contrario necesito mucho más de tres semanas para deshabituarme de algo o alguien...

    Un beso.

    P.D. ojalá que encuentres al viejecito en bici...;) será buena señal...

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  2. Querido Malatesta, siendo tu y yo del mismo signo y el mismo año, y habiendo compartido parte de nuestro camino en la vida, en los felices años en los que "me quería morir", la lectura de esta reflexión tuya no ha hecho mas que acentuar la nostalgia que sufro, desde que vuelvo también a bicecletear, de lo ideal que eran los parajes de allá donde tu vives para los paseos en bici, sólo o acompañado. Ahora que cargo la bicicleta en la furgoneta, para recorrer kilometros hasta llegar a un lugar donde poder pedalear relajado, sin riesgo de acabar sobre (o bajo) el capó de algún vehículo a motor, joder como añoro el Río San Pedro y todos los espacios del polígono, y la Virreina y la Canteras...
    Desde luego si alguna imagen buena me queda de Pto. Real, es que era un lugar ideal para montar en bici.
    Un abrazo.

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  3. Bueno, pues sí que vimos a nuestro amigo el viejo ciclista, y el saludo que nos intercambiamos fue casi jubiloso. Tanto, que mi padre me comentó: "¿Has visto la alegría que le ha dado vernos?". No pude contener una carcajada, y le conté lo de este post.
    También me he alegrado de que hayas pasado por aquí, querido y conocido anónimo. Cuando pases por aquí ya sabes, nos damos un vueltazo. Espero que mientras tanto vuelvas a visitarme aunque sea en mi bitácora. Aquí leerás a más gente conocida, como nuestro amigo Jon (sí, sí, es Jon.., jodido anonimato). Tu referencia a "cuando querías morirte" me ha recordado los toys de A. y F. (más anonimato) ¿te acuerdas? Un día de éstos escaneo uno y lo cuelgo. Lo malo es que los vamos a entender tres...
    A los demás, no perdáis la rutina de pasar por aquí de vez en cuando.

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  4. Pues si,siempre he dicho que solo hay una fuerza mas fuerte que la del amor,que la fuerza de la costumbre:consuetudo-dini...
    De facto me costo mas salir de una relacion muerta de largo tiempo,que de separarme de la chica por la que mas he sentido...asi de curiosa es la vida...
    Creo como todo que en el punto medio estara la virtud ni estricto orden,ni estricta anarquia...
    Lo bueno que tiene trabajar por turnos es que ningun dia es igua a otro lo malo,que te cuesta quedar con gente o plantearte cosas a largo plazo...
    Todo tiene sus pros y sus contras...
    PD:Cuega los toys que son entrañables...ja,ja,ja

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  5. Mu interesante to esto que dices pero con lo único que me he quedao al final es con el titulo del post, que me ha recordado una genial canción del gabinete galigari que iba camino Soria.

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