La violencia nos rodea. Y no sólo me refiero a la violencia física que podemos ver en la televisión, las películas, los videojuegos. La que leemos en los periódicos o vemos en cada telediario, esa violencia bélica, o xenófoba o de género. Me refiero también a la que ejercemos unos contra otros en el día a día. Esa violencia verbal o incluso gestual que practicamos o sufrimos en el trabajo, en el supermercado, conduciendo, o a veces incluso en el entorno familiar.
No hace falta que se llegue al insulto. A veces es una frase cortante. Otras no es lo que se dice, sino el tono en el que se dice. Puede ser simplemente negar un buenos días. Para algunos estos detalles pueden parecer irrelevantes. Otros podemos pasarnos media noche en vela rumiando la ofensa, preguntándonos el porqué, el cómo podríamos haber actuado, y qué responder la próxima vez.
Lo peor de este tipo de violencia es que deja al agredido en una situación de casi indefensión. En otro tiempo, el que corresponde a mi personaje, este tipo de situaciones se solucionaban de forma honorable citando al otro en un lugar apartado y sin testigos. Hoy en día algo así es absurdo, pero lo cierto es que en aquel tiempo todo el mundo tenía más respeto por el prójimo, o al menos eso se respira en las novelas ambientadas en la época. Un simple voseo y a cruzar aceros detrás de una tapia. Y ahora tratarse de usted es lo que molesta... La alternativa suele ser ofender de igual manera, pero eso asquea al que considera estos tratamientos como una falta de educación.
Otra forma de luchar contra el maltrato es ignorar al maltratador. Quizás sea efectiva, ya que negándole al otro la atención se minimiza su satisfacción y se evita el conflicto. Pero es difícil, sobre todo para aquellos con cierta dosis de amor propio.
La última opción, la ideal, es salir al paso con una frase ingeniosa, adecuada, oportuna, que deje al otro sentado al mismo tiempo que le deje claro que es un maleducado y un patán. Ah, pero por desgracia no todos somos así de rápidos de mente. Lo habitual es que esa frase genial se nos ocurra mucho más tarde, dándole vueltas a lo ocurrido.
La violencia en el trato estresa, crea tensión, dificulta la comunicación, provoca insatisfacción en el trabajo, en la pareja... Un trato cordial o cuanto menos correcto, sin embargo, lo facilita todo. ¿Tan difícil resulta?
Las buenas formas se aprenden desde pequeño, en casa y en la escuela. Teniendo en cuenta que cada vez son más habituales los casos de acoso entre alumnos, y de amenazas e incluso agresiones a profesores, parece que el futuro no es demasiado halagüeño. Puede que sea hora de ir sacándole filo a la espada.
No hace falta que se llegue al insulto. A veces es una frase cortante. Otras no es lo que se dice, sino el tono en el que se dice. Puede ser simplemente negar un buenos días. Para algunos estos detalles pueden parecer irrelevantes. Otros podemos pasarnos media noche en vela rumiando la ofensa, preguntándonos el porqué, el cómo podríamos haber actuado, y qué responder la próxima vez.
Lo peor de este tipo de violencia es que deja al agredido en una situación de casi indefensión. En otro tiempo, el que corresponde a mi personaje, este tipo de situaciones se solucionaban de forma honorable citando al otro en un lugar apartado y sin testigos. Hoy en día algo así es absurdo, pero lo cierto es que en aquel tiempo todo el mundo tenía más respeto por el prójimo, o al menos eso se respira en las novelas ambientadas en la época. Un simple voseo y a cruzar aceros detrás de una tapia. Y ahora tratarse de usted es lo que molesta... La alternativa suele ser ofender de igual manera, pero eso asquea al que considera estos tratamientos como una falta de educación.
Otra forma de luchar contra el maltrato es ignorar al maltratador. Quizás sea efectiva, ya que negándole al otro la atención se minimiza su satisfacción y se evita el conflicto. Pero es difícil, sobre todo para aquellos con cierta dosis de amor propio.
La última opción, la ideal, es salir al paso con una frase ingeniosa, adecuada, oportuna, que deje al otro sentado al mismo tiempo que le deje claro que es un maleducado y un patán. Ah, pero por desgracia no todos somos así de rápidos de mente. Lo habitual es que esa frase genial se nos ocurra mucho más tarde, dándole vueltas a lo ocurrido.
La violencia en el trato estresa, crea tensión, dificulta la comunicación, provoca insatisfacción en el trabajo, en la pareja... Un trato cordial o cuanto menos correcto, sin embargo, lo facilita todo. ¿Tan difícil resulta?
Las buenas formas se aprenden desde pequeño, en casa y en la escuela. Teniendo en cuenta que cada vez son más habituales los casos de acoso entre alumnos, y de amenazas e incluso agresiones a profesores, parece que el futuro no es demasiado halagüeño. Puede que sea hora de ir sacándole filo a la espada.