La mayoría de los españolitos pusimos a Malta en el mapa gracias al famoso 12 a 1 que nos permitió el pase a la Eurocopa de Francia del 84, donde por cierto perdimos la final ante los anfitriones.
Digo que la pusimos en el mapa, y quizás me equivoque. Mejor decir que nos enteramos de su existencia, porque la mayoría no sabe que es un pequeño archipiélago encajado entre Sicilia, Túnez y Libia, justo en mitad del Mediterráneo.
Aunque ha pasado por más manos que una daifa de puerto, Malta es ahora un país independiente perteneciente a la Unión Europea. Un país muy pequeñito, eso sí. A mis amigos y a mí nos ha dado tiempo de recorrerlo de cabo a rabo en los tres días y medio que hemos pasado allí. Para ello, eso sí, hemos tenido que alquilar un coche que, oh my god, tiene el volante a la derecha, ya que allí se conduce por la izquierda. Los malteses conducen como locos y las carreteras son un asco, pero increíblemente volvimos de una pieza.
¿Qué tiene Malta de atractivo? Su historia, desde luego, pero también su costa. Al ser rocosa, sus aguas son transparentes, y donde hay cierta profundidad, de un intenso color azul. Uno de los días pasamos a la isla de Gozo, y visitamos el Azure Window, un arco de piedra natural en vías de desintegración. Como diría un amigo mío, foto obligada.
Además de la por la historia y la belleza de sus bahías, Malta es un lugar al que muchos jóvenes acuden para aprender inglés. Lo cual no deja de ser curioso, ya que los malteses hablan mayoritariamente su idioma, más parecido al árabe que a otra cosa, e italiano. Las veces que hemos escuchado un buen inglés durante nuestro viaje ha sido de boca de un extranjero.
La Valeta, la capital, es una bella ciudad amurallada, patrimonio de la humanidad. Relativamente pequeña, y de planta cuadriculada, destaca por los edificios barrocos que contiene, la mayoría muestra del poderío de la Orden de Malta. En cierta medida me recordó a Cádiz. Me gustó sobre todo la Concatedral de San Juan, profusamente decorada con relieves dorados. Además, en su interior pude disfrutar de un par de cuadros de Caravaggio, uno de mis pintores preferidos del barroco.
Otro punto de visita obligada es la ciudad de Mdina, la antigua capital. La llaman la ciudad del silencio, y ciertamente pasear por sus calles estrechas, flanqueadas por edificios de piedra, proporciona una sensación de quietud y paz que contrasta con la algarabía y la vida nocturna de Paceville y St. Julian’s. Además, al estar en alto, como nuestra Medina Sidonia, desde sus murallas se puede ver en días claros prácticamente toda la isla.
No quería terminar este artículo sin mencionar a los españoles que hemos encontrado trabajando allí. Cuando vemos Españoles por el mundo da la impresión que todo el que sale fuera está de puta madre. Ojalá. Al menos los que hemos conocido en Malta se sentían explotados, con sueldos bajísimos y con ganas de volver o directamente de vuelta. Si aguantan algo es por ganar algo de experiencia y aprender idiomas, porque al menos para ejercer la hostelería, la profesión de la mayoría, no merece la pena emigrar a Malta.
En definitiva, ¿un destino recomendable para el turista? Depende. Si es para un viaje corto e intenso o si te gusta el buceo, sí. Luqa es un aeropuerto de destino de Ryanair, por lo que el vuelo no sale muy caro. En cualquier otro caso, hay muchos sitios en España que merece la pena visitar antes de dar el salto a la tierra de los Caballeros Hospitalarios.