Así reza el lema que ha escogido este año el Cádiz S.A.D. para la campaña de captación de socios. Un lema apropiado si tenemos en cuenta que el equipo ha descendido a 2ª división después de una única temporada en Primera.
Es de prever que el número de socios descienda, ya que fueron muchos los que se abonaron al Carranza para ver equipos de la que dicen es la mejor liga del mundo. No seré yo quien los critique, ya que nunca he sido socio, y aunque me lo esté planteando, es poco probable que me abone esta temporada. Es más, en los últimos años han sido más las veces que he entrado al estadio con un carné prestado de las que me he retratado en taquilla.
Por eso, habrá quien discuta mi cadismo. Me la suda, como no podía ser menos. Si siento algo por mi Cádiz es cosa mía. De hecho, hasta ahora no le he dedicado ninguna entrada a mi club, y si ahora lo hago es porque... porque me da la gana ¿o es que tengo que dar explicaciones? Vaya, hoy me he levantado gadita gadita.
El Cádiz es mi equipo desde el instituto, que yo recuerde. Antes no me interesaba la liga en absoluto. Y no es que a partir de entonces me interesara mucho, sino que todo cristo era del Madrid o del Barcelona, así que yo, por joder, me hice del Cádiz. Por aquel entonces el equipo estaba basculando entre Primera y Segunda división. Eran los años de Mágico, de Irigoyen, de las permanencias épicas o conseguidas de chiripa en los despachos. Me podría haber hecho del Valladolid, ya puestos, pero me venía mal por si algún día me daba por ir a un partido. A pesar de la cercanía, en mi pueblo los cadistas éramos minoría. Casi todos los que había eran gaditanos emigrados por falta de vivienda en la capital.
Ser de un equipo modesto tiene muchas ventajas para el que pasa de los resultados ligueros. Con saber cómo ha quedado mi equipo me basta. Además, quedo fuera de toda disputa entre madridistas y barcelonistas. Con decir que soy del Cádiz ya nadie me molesta. Pobrecito, pensarán. Encima es un club que suele caer bien a la gente.
Mi relación con el club ha sido de lo más satisfactoria. Sus derrotas no me han afectado demasiado, al tiempo que me ha dado algunas alegrías con sus victorias. La ventaja del que esta acostumbrado a perder, supongo ¿Que el club desciende a Segunda? No problema, ya volveremos. ¿Que nos vamos al infierno de Segunda B? En fin, qué se le va a hacer, así habrá más sitio en el Fondo Norte. De hecho, la temporada que mejor me lo he pasado en el Carranza fue la última en Segunda B, y el momento más emocionante, el partido contra el Tenerife que significó el ascenso a Segunda. Miles de cadistas en un campo sin jugadores (se jugaba en Tenerife), viendo el partido en una pantalla gigante instalada al efecto. Al final, euforia, invasión al campo, amigos perdidos, móviles inservibles por colapso de red...
No es que quiera que el Cádiz no esté en Primera, y desde luego, ojalá nunca vuelva a caer en ese pozo negro que es la 2ªB. Pero como que me sentía menos identificado con el club este año. Tanta gente que antes era de un grande y ahora resultaba que era de un grande y del Cádiz. Por mí bienvenidos, pero con tanta gente se pierde la gracia de pertenecer a una minoría. Entradas a precio de oro, cuando no imposibles de conseguir. Camisetas a 60 leuros. Qué le voy a hacer, si me cae mejor un Cádiz modesto, un club cuyo único activo es la afición. Una afición, en general pacífica y pasota, compuesta por personas de muchos puntos de la provincia y fuera de ella, a la que “me suda donde el equipo juegue, porque mi Cádiz, mi Cádiz es el mejor”, como dice uno de sus muchos cánticos. Que acuda al campo tanto para ver un partido contra el Valencia que contra el Jerez de los Caballeros.
A mí al menos me da lo mismo. Quizás porque en el Carranza, el mejor espectáculo no está en el terreno de juego. Así que no sé si más que nunca, pero sí más que el año pasado, estaré con mi Cádiz. Aunque no me haga socio.