Normalmente la gente no me echa cuenta, pero a veces alguno me mira y sonríe. De estos últimos hay dos tipos, los que sonríen cómplices, porque son de mi misma condición, y los que se ríen de mí. No creáis que me afectan las risas de los que se mofan. Con la edad uno pierde la vergüenza. Y sí, los distingo fácilmente.
Quizás en eso consista madurar. Trabajar en fortalecer las relaciones que nutren, y saber alejarse de las que te hacen mal. Pero sobre todo, saber distinguirlas.
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