Uno de los ganchos que se usa cada vez con más frecuencia en el mundo de la publicidad de los alimentos es el de darle al producto un aire científico. Antes primaba la simplicidad y naturalidad de la composición. Por ejemplo: leche, cacao, avellanas y azúcar ¿a que todo el mundo recuerda qué es?
Pues ahora no. Especialmente en postres y zumos, como no tenga algún componente que suene a ciencia de última generación, el producto no vale un real. Y digo que suene, porque la mayoría de los aditivos milagrosos que se anuncian, o forman parte de forma natural de lo que se vende, o simplemente no sirve para nada. Los publicistas parten de la premisa de que somos carajotes. Y para mí que hacen bien, porque lo cierto es que la gente pica.
Analicemos (por hablar de algo) algunos de esos componentes que nos van a hacer más sanos, más guapos y más de tó.
L-casei-inmunitas (por ejemplo, yogur Danone, Actimel): Los yogures son fermentos lácticos. Para hacerlos fermentar se usan bacterias. Concretamente el lactobacillus bulgaricus y el spreptococcus thermophillus. Las famosas l-casei son unas bacterias que tenemos de forma natural en nuestro intestino, y nos ayudan a hacer la digestión. Como resisten bien los jugos gástricos, al zamparnos unos cuantos millones más lo que hacemos es reforzar la colonia ya existente. Inmigrantes ilegales del intestino, vamos. La pregunta lógica es: si antes no nos tomábamos bacterias adicionales y no nos pasaba nada, ¿son realmente necesarias? Muchos opinan que nasti de plasti. Tres cuartos para el bífidus activo, que no es más que otra bacteria.
Isoflavonas (por ejemplo, bebida Vivesoy de Pascual con soja). Los fitoestrógenos, y en particular las isoflavonas, tienen propiedades antioxidantes, lo cual ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares y en los trastornos de la menopausia. Además, la proteína de la soja, comparada con las demás proteínas de origen vegetal, es de mayor valor biológico, pues aporta todos los aminoácidos necesarios para el organismo. La pega está en que las cantidades de soja de los preparados que se venden suelen ser muy pequeñas, y su precio muy alto si lo comparamos con otros productos que también contienen fitoestrógenos y que pueden formar parte de nuestra dieta habitual, como los cereales y las legumbres.
Fibra (innumerables productos lo anuncian). La fibra no es más que una familia de carbohidratos que no son digeribles por el ser humano (no ocurre lo mismo con las cabras, por ejemplo). ¿Para qué sirven entonces? Os sonará lo de “mejorar el tránsito intestinal”, ¿verdad? Traducido al español, para cagar mejor. ¿Porqué gastarse una pasta en yogures más caros de la cuenta por tener fibra si te puedes comer mejor una manzana, que es más sana? Misterios de la vida.
Estos son sólo algunos ejemplos. Otras veces el vendedor se inventa directamente un nuevo término pseudocientífico. ¿Os suenan los siguientes?
Oleosán (galletas Cuétara): Aceite natural alto oleico resultado de la combinación de distintas variedades de semillas naturales, usados en la fabricación de las galletas. Vamos, a mí me parece que en lugar de usar sólo aceite de girasol o de colza, se han estirado un poco y meten algo de aceite de oliva. ¿Para eso hace falta inventarse un nombre?
Saciactiv (otra vez Danone, esta vez Vitalinea): Según el propio fabricante, es una mezcla de proteínas de leche, proteínas de soja y fibra, que produce una sensación de saciedad. Consultando algunas páginas, resulta que la cantidad de proteínas y fibra que aporta es tan baja, que si te produce alguna sensación de saciedad, es por la de haberte comido el yogurt.
Pues poco más o menos así es todo. Ahora no te puedes tomar un zumo porque está bueno. No. Ahora tiene que bajarte la tensión. Naturalmente el precio se dispara, porque tamaños "beneficios" para la salud hay que pagarlos. Pues un mojón. Yo no sé ustedes, pero éste que está aquí beberá agua (o cerveza) y de postres, los que me hace mi señora, que están de rechupete aunque no bajen el coresterol.