Me siento frente al ordenador con sentimientos encontrados tras terminar el visionado del último capítulo de la quinta y última temporada de Friday Night Lights. Ninguno se erige vencedor. Tristeza, por tener que despedirme de unos personajes con los que he reído, llorado y que he llegado a querer. Agradecimiento, por haber presenciado una obra maestra de la cultura televisiva contemporánea. Satisfacción, por un final que sin ser excesivamente edulcorado, te deja una media sonrisa en la cara.
FNL, producida por NBCUniversal e inspirada en un libro basado en hechos reales, tenía todos los ingredientes para que me resultara poco atractiva. Una serie coral en la que la mayoría de personajes son chicos de instituto, cuyo tema principal es el fútbol americano y localizada en una pequeña ciudad rural de Texas, me echaba para atrás. De hecho visioné los primeros capítulos y la dejé aparcada un tiempo. Luego la retomé, y resultó ser una decisión muy acertada.
Los personajes principales son la famila Taylor. Eric Taylor, (Kyle Chandler) el entrenador del equipo de fútbol americano local, es un "forjador de hombres". Forma un sólido matrimonio con Tamy (Connie Britton), una educadora que eventualmente pasará por diferentes trabajos en los institutos de la ciudad. Ambos tienen dos hijas; Julie, (Aimee Teegarden) una de las adolescentes del reparto, y la pequeña Gracie. Además de ellos, me permito destacar, por haberles cogido especial cariño durante el transcurso de la serie, a Matt Saracen (Zach Gilford), quaterback de los Dillon Panthers, y a su amigo Landry Clarke (Jesse Plemons). Pero hay muchos más, cubriendo todos los arquetipos aunque para nada atados a sus clichés.
En España no estamos acostumbrados a la moralidad americana, y a veces pueden chocar algunos comportamientos y tradiciones de las gentes de la ficticia ciudad de Dillon. Ver como las distintas comunidades se reúnen cada domingo en las iglesias choca bastante. Valores como el sacrificio individual, el trabajo en equipo y sobre todo la familia son centrales en la serie. Temas que se tratan con una naturalidad y una convicción que provocan la envidia, por la inevitable comparación con nuestra sociedad. Baste ver con qué respeto los chicos tratan a sus profesores y mayores; "Yes, Sir" para arriba, "Yes, Ma'am" para abajo. Pero no creáis que todo es perfecto en Dillon. En la serie se tocan temas como el racismo, el aborto, la delincuencia callejera, las drogas... Con mente abierta y sin complejos.
Punto aparte merece el deporte que da vida al pequeño pueblo. Citando las palabras del "Coach" Taylor, antes de ver la serie ya me gustaba el fúbol americano, solo que aún no lo sabía. Es cierto. Las pocas veces que me había acercado a este deporte, me había disgustado sobre todo por las constantes interrupciones en el juego. El desconocimiento. Ya picado por la serie he visto por internet más de un partido completo y he podido disfrutar con las estrategias y la emoción de este deporte.
No creo exagerar si digo que FNL se acerca al nivel de grandes series como Los Soprano o The Wire, tanto en la realidad que transpira como en la riqueza de sus personajes. Tengo pendiente la lectura del libro y el visionado de la película estrenada antes de la serie. No sé si lo haré. Quizás prefiera quedarme con el recuerdo de Dillon tal y como lo recrearon en esta gran serie que es FNL.