miércoles, 29 de julio de 2009

De la importancia de los símbolos

El antropólogo Ernst Cassirer definió al ser humano como "el animal simbólico". Tal es la importancia de los símbolos en la constitución de la naturaleza humana.
Vivimos imbuídos en un "universo simbólico". El conjunto de símbolos más importante que usamos es el lenguaje, sin el que sería imposible el pensamiento estructurado. Pero hay muchos más: desde el arte o la religión hasta la tuerca o el tornillo en la puerta de los servicios de señora y caballero, respectivamente.
Así, casi cualquier cosa que percibamos por los sentidos no sólo es lo que es físicamente, sino que puede representar muchas más cosas. Naturalmente, esos símbolos significarán algo para quien haya adquirido la habilidad de interpretarlos. De nada sirve escribirle una carta al que no haya aprendido a leer.

Todo este rollo viene a cuento de que esta mañana he ido conduciendo un rato detrás de una furgoneta de Kissko Demoliciones Técnicas, S.L.. Una empresa creada por un señor llamado Francisco, al que seguramente llamarán Kissko en la intimidad. Hasta ahí todo bien. Lo curioso del caso es que al buen hombre no se le ocurre otra cosa para el logo de su empresa que remarcar la doble ese de una forma peculiar.

Y aquí viene el tema de la introducción. Cualquier persona con un mínimo de conocimiento de la historia del siglo XX reconocerá inmediatamente esas runas. Se trata ni más ni menos que de la insignia de la Schutzstaffel, más conocida como las SS. Por favor, no confundir con la Seguridad Social. Las SS, de infausto recuerdo, fue la organización paramilitar del partido nazi. Responsables de las masacres de civiles y del exterminio en los campos de concentración, estos individuos representan lo peor del género humano. Tuvieron hasta su propio ejército: las Waffen-SS, que llegaron a estar compuestas por casi un millón de hombres y cuyas unidades de élite también fueron responsables de numerosos crímenes de guerra.


Así pues me debato en la duda. O bien el que diseñó el logotipo de la empresa no conoce la historia o piensa que el resto no la conoce, porque dudo mucho que sea un nazi. De cualquier forma debería tener cuidado con los símbolos que usa, porque nadie debería querer que el público (o al menos parte de él) relacione su empresa con uno de los episodios más infames de la historia de la Humanidad.

Nota añadida 11/09/09. En los comentarios un representante de la empresa aclara lo siguiente:
"Esto es, nuestro gerente, Francisco, fallecido en un desgraciado accidente hace pocos meses, era un gran aficionado al grupo de rock Kiss, y como tal quiso hacerles un pequeño homenaje a través de este diseño.
Te aseguro que una empresa como la nuestra, joven, emprendedora, y con empleados de hasta cuatro nacionalidades diferentes, no quisiera que se le relacionara con nada que tuviera que ver con la barbarie nazi, racismo o cualquier tipo de violencia."

Aclarado queda. D.E.P. Francisco.



jueves, 23 de julio de 2009

La curva del riesgo

Muchos conoceréis el concepto de curva de aprendizaje. Si no en términos matemáticos, sí al menos en su uso coloquial, para describir la mayor o menor dificultad de una materia.

Asociada a ese concepto podríamos hablar también de una curva del riesgo. Mi teoría es que en toda actividad humana en la que hay asociado un riesgo, el nivel del mismo asumido por la persona sigue una curva similar a la siguiente. En el eje vertical se representa el nivel de riesgo asumido y en el horizontal el tiempo.

En una primera etapa, la curva de riesgo corre paralela a la de aprendizaje. Cuanto más sepamos del tema o más experiencia tengamos, el riesgo que estaremos dispuestos a asumir será mayor. Este aumento de la confianza hace que lleguemos a arriesgar por encima de nuestras posibilidades, lo que provoca situaciones de peligro o directamente un accidente.

Justo después de un incidente peligroso el nivel de riesgo asumido baja abruptamente, recuperándose lentamente según vayamos retomando la confianza. Este proceso se repite hasta que se estabiliza en torno a lo que podríamos expresar como un 80% de las posibilidades de la persona.

Mi experiencia personal confirma esta teoría. En mi anterior empresa una de mis tareas era hacer modificaciones a los programas de control numérico de máquinas de mecanizado. Un error de programación podía suponer una colisión y por lo tanto una avería importante. Al principio tomaba todas las precauciones del mundo a la hora de probar las modificaciones: ejecución paso a paso, avance muy lento, etc. Con la experiencia y la confianza cada vez hacía las modificaciones más deprisa y a veces sin pruebas previas... Hasta que una vez cometí un error tonto y empotré al 100% de avance el husillo principal en el utillaje. Consecuencia: más de 6.000 euros en repuestos más el tiempo de parada de máquina. Desde entonces tuve más cuidado.

Con la moto pasa lo mismo. La confianza es un arma de doble filo. No se puede conducir asustado, pero tampoco olvidar que somos humanos y cometemos errores, además de que en la vía hay otros elementos que no controlamos. Si vamos siempre al 100% de nuestras posibilidades, más pronto que tarde tendremos un accidente.

Tener un poco de miedo (eufemísticamente llamado “respeto”), nos evitará llegar al pánico. Y no hablo figurativamente. Cuando se entra en una curva más rápido de lo que se sabe, uno experimenta un corto pero intenso segundo de pánico. El estómago parece que subiera a la garganta y se experimenta un bloqueo que en algunos casos pude provocar que hagamos “un recto”. Es decir, la salida de la vía por la tangente. La forma de evitarlo es, sencillamente, estimar que si una curva la podríamos tomar a 100 km/h, hacerlo a 80 km/h. No es tan excitante, pero sí mucho más seguro.

domingo, 12 de julio de 2009

La Armada Inglesa

Antes de empezar quiero dejar algo claro: no odio a los ingleses. Me dan cierta tirria como pueblo, no lo puedo negar. Pero eso más que odio es la herencia histórica de muchos siglos haciéndonos la puñeta a los españoles.
Y no es solo Gibraltar, que ya sería motivo suficiente. Es que desde que España empezó a pesar en Europa a los anglos no les dio más que por fastidiarnos. Hasta cuando nos liberaron de Napoleón se dedicaron al pillaje y a la violación en muchos de las ciudades que “liberaron”. Simpáticos los chavales.
Además son unos buenos propagandistas. Ya lo dijo Sir Winston. El del tabaco no, el del desastre de Gallipoli: "La historia será amable conmigo, porque tengo intención de escribirla". Y así han hecho siempre.
Hoy os traigo el ejemplo de la Armada Inglesa o Contraarmada. ¿Contraqueeeeeeé? diréis. Porque todos conocéis el desastre de La Grande y Felicísima Armada de 1588, también llamada con cierta ironía “Invencible”, pero de la Contraarmada ni mú. Por cierto que aunque desastrosa, los historiadores coinciden en que lo de la "Invencible" ni se puede considerar una victoria militar inglesa, ni por supuesto que fuera un hecho decisivo dentro de la guerra anglo-española de 1585 a 1604.
Y a eso vamos. Tan importante o más que el desastre de la Armada española fue el fracaso de la expedición promovida por Isabel I que tuvo lugar al año siguiente, 1589. La Armada Inglesa, o Contraarmada, estaba diseñada para aprovechar el momento de debilidad de la flota española tras el fracaso de la invasión del año anterior. Comandada por Francis Drake, un Sir para los ingleses y un pirata de los chungos para los españoles, la flota estaba montada como una “join venture” entre la Corona y distintos capitalistas. Vamos, que además de objetivos militares, se trataba de una empresa comercial. Sus objetivos era quemar la flota española del Atlántico, desembarcar en Lisboa para promover una rebelión portuguesa contra Felipe II, e invadir las Azores. Si además se podía capturar la flota de Indias, mejor que mejor.


Pues nada de nada. No sólo no consiguieron ninguno de estos tres objetivos, sino que de los 170 barcos y 23.000 tripulantes que zarparon, sólo volvieron a casa unos 100 barcos y 5.000 hombres. El resto murió o desertó. Como comparación, tened en cuenta que la “Invencible” contaba con 137 barcos de los que se perdieron 60, principalmente transportes.
La Contraarmada atacó La Coruña, sin mucho éxito. Después capturaron una flota comercial de La Hansa, que tuvieron que devolver íntegramente a sus dueños. Lo de Portugal lo descartaron por falta de un candidato a la Corona Portuguesa que atrajera las simpatías de la nobleza. Y ya lo de las Azores ni lo intentaron porque la flota había sido diezmada por los combates, las deserciones, las enfermedades y las tormentas.
La consecuencia de tal fiasco es que España continuó dominando el Atlántico por dos siglos más. Es decir, manteniendo el tráfico con las Indias, algo fundamental para que los monarcas hispanos pudieran seguir financiando su particular e inútil guerra contra los herejes protestantes europeos.
El otro día entró un chaval (español) en el gimnasio con una camiseta en inglés que conmemoraba la derrota de Trafalgar. Me entraron ganas de echarle la bronca por idiota. A ver, el patriotismo no está ni bien ni mal. Depende lo que hagas con él. Pero una cosa es ser de mente abierta y otra un ignorante. Todos los pueblos del mundo tenemos algunas cosas de las que enorgullecernos y muchas de las que avergonzarnos. Pero mejor que estudiemos un poquito de historia, para no caer en la propaganda del “enemigo”.

Más información: artículo en la wikipedia