miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sobre el dolor

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
      Espergesia (fragmento), César Vallejo

El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren.
     Francis J. Braceland, psiquiatra

     Uno no puede intentar abarcar un concepto como el dolor en un artículo. Sería como intentar hacer lo propio como el ser humano. El dolor es ubicuo, tiene mil caras. Usamos la misma palabra para referirnos a sentimientos tan dispares como los que sufrimos al torcernos un tobillo o al perder a un ser querido. Puede ser agudo o crónico, físico o mental, una pequeña molestia o algo insoportable. Nos acompaña desde el feto a la tumba. Pero todo esto no son más que lugares comunes. Lo que me trae hoy aquí es la valoración moral del concepto. La que yo tengo difiere en mucho de la que impera a mi alrededor. No es mi intención convencer a nadie que mi postura es la correcta, sino ejercer el derecho a la disensión. Al pataleo.

     Lo primero que te cuentan cuando llevas mucho tiempo sufriendo es que el dolor es tu amigo. Esta bandera la suelen ondear los médicos sin pudor alguno. Es cierto que es un mecanismo de alarma necesario para la supervivencia, pero de ahí a considerarlo mi colega va un abismo. Ojalá tuviésemos un botón para resetear la alarma. No, que quede claro, no es mi amigo, es un grandísimo hijo de puta. 

     Otra gran falacia es que ayuda a superarte. Sin esfuerzo no hay recompensa. Si no conoces lo malo, no puedes valorar las cosas buenas de la vida. Posiblemente esta idea proceda de nuestra tradición judeocristiana. La penitencia y todas esas zarandajas. Valiente estupidez. ¿Quién no daría lo que fuera por pasar por este valle de lágrimas sin haber tenido ni un dolor de cabeza? 

     Que yo sepa, no se puede comparar el dolor de una persona con el de otra. Acepto que en general un cólico nefrítico duele más que una bofetada, y la muerte de tu hijo más que la derrota de tu equipo. Pero distintas personas tienen diferentes umbrales de dolor. Lo perciben de distinta forma, así que porqué comparar peras con manzanas. Además, por mucha compasión que sienta por el otro, a cada uno le duele lo suyo. Así que no, no me reconforta saber que mi dolor no es nada comparado con el de otra persona. No quiero que nadie sufra, pero sobre todo, no quiero sufrir yo. Puede parecer egoísta, pero es la realidad. 

Escala de caras del dolor
     Por último, algunas personas valoran positivamente que se oculte el dolor. Por los demás, para que no sufran contigo. Esto es lo peor, quitarle al doliente hasta el derecho a expresarlo. No me refiero a que vayas pregonando tu problema a los cuatro vientos, sino a poder a tener mala cara si lo estás pasando mal. Si te quejas, si reniegas, si te rebelas, es que eres un débil; alguien incapaz de enfrentarse al problema. Todo el mundo siente dolor alguna vez, decía la canción de REM. Dejemos que cada uno lo viva a su manera.

    Para acabar con una media sonrisa después de tanto dolor, qué mejor que esta canción del próximo pregonero del Carnaval de Cádiz, Jorge Drexler. 

     "Por una vez que no duele
     todo el mundo a bordo,
     que la pena cante hoy
     en oídos sordos"

     
Todos a sus puestos by Jorge Drexler on Grooveshark

8 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo pero sobre todo en lo de ocultar el dolor. Vale que yo no quiero que tu sufras por verme a mi sufrir pero hay ocasiones en que el dolor está más que justificadísimo y expresarlo es necesario. Yo quiero que me dejen expresarlo. Siempre me he sentido muy identificadísima con estas respuesta de Zahara en una entrevista

    ¿Por qué nos gustan tanto las canciones melodramáticas?
    “Me dijeron que le ponía palabras a sentimientos que mucha gente ha sentido pero que era incapaz de describir de esa manera. Entonces yo creo que pasa éso. Cuando tu estás en la tristeza, el desconsuelo… el desconsuelo es tan enorme, que… hay una frase que dice: ‘Quién no ha vivido lo que yo, que no me dé consejos’. Es muy fácil desde fuera dar consejos para animarte, pero tú piensas: ‘No, es que estoy mal, y lo que quiero es quejarme. Y mañana estaré mejor, pero ahora mismo no quiero estar bien. No me cuentes un chiste que me haga reír. Ahora mismo estoy fatal.’ Y entonces de pronto escuchas una canción que te dice ‘Es que estoy fatal’, y dices: ‘Coño! Es que estoy fatal así’, y empatizas. Y éso mismo te lleva a un consuelo, el no sentirte sólo porque realmente te está tocando lo que a ti te está pasando”.

    Lo comento porque parece que el optimismo se haya convertido en la receta mágica del mal de nuestra sociedad:
    “Las cosas tienen su tiempo, pero el intentar aliviarte antes de tiempo… Ésto de ‘Venga, no llores’, te hace pensar ‘Te voy a pegar una hostia… déjame que llore si me sale del… del… del coño!’ (rie). Pero es que es verdad, es necesario llegar al fondo, hasta que no me pueda doler más y entonces diré… ‘Uh, qué bien me he quedao!’. Lo único que me ha demostrado a mí la vida que funciona es que, cuando hay una cosa que está mal, primero tengo que exagerarla. ¡Pero es que no pasa nada por exagerarlo, no se acaba el mundo! Que hoy me esté quejando no quiere decir que mañana no vaya a estar bien. Si estás mal… deja que fluya, que salga éso, quéjate, exagéralo. Hay que hacer un esfuerzo de escuchar el quejido ajeno y entenderlo como un desahogo que tiene que llegar. Las canciones exageran el dolor por éso mismo, porque nos sirve para desmenuzarlo y porque cuando lo escuchas, de pronto te sientes reconfortado. Y éso es maravilloso”.

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  2. Que conste que yo soy un quejica. No sé si porque mi umbral de dolor es muy bajo o porque lo que es bajo es mi aguante. Pero, dicho esto, personalmente no me gusta usar la queja como refugio sino como un desahogo orientado a la sanación. Siguiendo la pauta musical de illeR, recuerdo haber leído una cosa que dijo Duane Allman del blues cuando le preguntaron si era una música triste; él respondió que no lo creía así, que, para él, el blues era una forma de sacar algo hermoso de algo triste. Yo estoy de acuerdo con él; completamente de acuerdo si hablamos de extraer una experiencia artística provechosa de una experiencia vital dolorosa y, en general, de acuerdo en que el desahogo debe ser un camino para acabar con el dolor, nunca para alimentarlo.

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  3. Hay gente, por extraño que resulte decirlo, que disfruta con el dolor. Igual que hay gente que disfruta con la melancolía, la tristeza,... Pero en tal caso, el dolor, pienso, acaba convirtiéndose para esas personas en algo que les regocija. Llevado al extremo, hay masoquistas físicos y, si alguien quiere disfrutar el dolor, allá él, pero a mí que no se me queje porque le diría ¿Por qué te quejas si estás disfrutando? Volviendo a lo anterior, si Duane Allman canta "my baby left me, i'm so sad etcetc.", es cierto que se está quejando, pero me ofrece algo positivo al compartirlo conmigo. Si un tipo se da con un martillo en las falanges y me grita al oído "me duele, me duele, me duele...", no hay nada en su dolor que podamos aprovechar los demás por mucho que se exprese -salvo que seas un sádico integral, que también lo hay-; a ese tipo yo le preguntaría si lo que quiere es trasladarme su dolor -ya que tampoco busca consuelo, que sería como compartir una experiencia positiva: encontrar mi cariño y comprensión a cambio de su dolor- y, si fuese así, desearía que reservase sus gritos para su cámara de los horrores.

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  4. Gracias por vuestros comentarios. Hacía tiempo que no conversábamos. Lo echaba de menos.
    Interesante entrevista, illeR. Me he acordado de ese episodio de los Simpsons en el que Marge primero intenta convencer a Lisa de que debe sonreír aunque no quiera para ser popular. Al final del capítulo lo reconsidera y le dice que esté triste si tiene que estarlo, y alegre si le apetece. En cuanto a que nos apetece escuchar canciones que estén en sintonía con nuestro estado de ánimo, no puedo estar más de acuerdo. Aunque a veces conviene contrarrestar un poco la situación, para que no entre en resonancia. Es decir, si se tiene media depresión, no ponerse uno a Edith Piaf, por no empeorar la cosa.

    Ismo, que el sufrimiento es una gran fuente de inspiración es algo en que todos podemos estar de acuerdo. Los cómicos dicen que es mucho más fácil hacer llorar que reír. Más fácil encontrar lo bello en la tristeza que en la alegría. Curioso, ¿verdad? En cuanto a expresar el dolor, ya decía que no se trata de ir contándoselo a todo el que te encuentras. Pero si estás jodido, estar en tu derecho a tener mala cara. Y si alguien te pregunta cómo estás, poder decir: "pues estoy jodido porque me duele tal cosa". Incluso pensar "ya no puedo más" (mentira, siempre se puede aguantar más) sin que eso suponga que eres un pusilánime.

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  5. Creo que lo bello es superar la tristeza, el dolor. Sacar algo positivo de la desdicha. Y no exactamente por contraste: lo bello no es más bello porque simplemente destaque sobre la fealdad, el dolor, etc.; es bello porque supone la superación de un estado fatal.
    E insisto en que yo soy también quejica, pusilánime a menudo pero, en cierto modo, también, esa es una postura egoísta. Ponemos nuestro dolor por delante del de otros y eso, claro, es humano y nadie es perfecto. Sin embargo, también hermoso: confiamos nuestro dolor a alguien, queremos compartir.
    ¿Cuál es entonces la conclusión? Yo creo que está el ánimo con el que nos quejemos. Lo que califica nuestra queja es la actitud con que la expresamos, y esa actitud se inclina unas veces hacia lo positivo y otras hacia lo negativo, sin que sea fácil distinguir cuando deriva hacia un lado y cuando hacia el otro, tanto en referencia a nosotros mismos como a los demás.
    Creo que lo vemos de la misma manera y nuestra aparente diferencia de opiniones viene de que esa línea que separa lo positivo y lo negativo no tiene un contorno definido y no resulta fácil expresar con palabras de cuál de los lados de esa línea estamos hablando. Ni blanco ni negro ni palabras para explicarlo.

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  6. Creo que te entiendo. La queja es desahogo, claro. Y si se la expresas a alguien, también probablemente es búsqueda de apoyo, o al menos comprensión. Hasta ahí es positiva. Cuando pasa a ser obsesión, si te encierras en tu dolor, hace más daño que bien.
    Todo esto es más fácil analizarlo cuando no te duele nada. Si llevas mucho tempo sufriendo, la perspectiva se va cerrando, y cerrando...

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  7. Pues creo que tienes más razón que un santo. Todo el mundo tiene derecho a expresar su dolor. Es una necesidad expresarlo para que salga fuera, lo mismo que para que cicatrice una herida infectada debe expulsar primero todo el pus (es un símil no muy agradable, pero el dolor tampoco gusta a casi nadie, creo yo).
    Vale, hay gente con tendencias masoquistas en cuanto a sentimientos, como si necesitaran sufrir para sentirse vivos o para amargarle la vida al prójimo, vete a saber.

    Pero también hay gente que disfruta con el dolor ajeno, metiendo el dedo en la llaga una y otra vez. Ante ese tipo de personas yo no me permito expresar el dolor.

    Creo que expresar dolor es un derecho pero no una obligación. Yo misma he vivido una experiencia muy dolorosa y traumática de la que me está costando recuperarme y todavía hay gente que si me ve mejor casi me echa en cara que no esté llorando por los rincones.

    Hay gente pa tó.
    Un interesante tema.

    un beso

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