miércoles, 4 de septiembre de 2013

La celda

Mi despacho no tiene ventanas. Es como una celda. Es más, muchas celdas tienen ventanas. La mía no.

De vez en cuando entra alguien a que le resuelva un problema, o una duda. Casi nunca entra nadie a saludar, o a preguntar cómo llevo el día. Lo entiendo, yo tampoco lo haría. He intentado decorarla un poco, para que no parezca una celda. En las paredes he puesto un par de cuadros y un mapa. Pero ni así, no hay forma de darle vida.

Como no quiero dar mucho trabajo a las limpiadoras, solo tengo tres objetos personales sobre la mesa. Uno es la maqueta de una moto. Una Hayabusa, un bicharraco. Jamás tendré una moto así. Otro es un escarabajo elefante atrapado en un bloque de resina, regalo de mi padre, y que uso de pisapapeles. Es el que más llama la atención a los visitantes. Cuántas veces no habré contado su historia. El tercero es un portaherramientas HSK-20. Una miniatura comparado con los que utilizaba en la fábrica. Me lo regaló un técnico de una empresa proveedora cuando ya había aprobado las oposiciones, para que recordara que en mi vida pasada trabajé como ingeniero. 

Un par de estanterías con puertas de cristal y un pequeño aparador completan el mobiliario. Encima de una de las estanterías reina un camaleón. Pasa bastante desapercibido para los visitantes, porque está mimetizado con el color del mueble.

Definitivamente no me gusta mi celda. Lo único bueno es que con lo que está cayendo al menos tengo una.

4 comentarios:

  1. Después de pasar varios días en el campo, creo que mi ciudad tampoco tiene ventanas.

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  2. Los que vivimos junto al mar aún podemos asomarnos a la orilla y soñar que somos libres.

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  3. Mi celda es compartida pero al menos tiene ventanas, con las persianas bajadas porque sino el reflejo en la pantalla del ordenador nos haría imposible trabajar pero ventanas al final y al cabo. MI celda tiene ventanas y montons de papeles, papeles y libros apilados everywhere!!!

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  4. Pues entonces es como la celda de un monje medieval, je, je. De uno de esos que iluminaba los escritos, haciendo ilustraciones en las letras capitales. Ese trabajo tenía que molar. Mejor que sembrar patatas, seguro.

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