domingo, 9 de abril de 2006

Canaima

Muchas cosas me unen a mi padre, aparte del obvio parentesco. Experiencias vitales, ratos de ocio compartido, formas de ver la vida y demás. De entre todas, él estará de acuerdo en que una que destaca es un viaje que ambos hicimos a Canaima hace unos años. Dos características hacen especial esta experiencia. Por un lado, fue la primera y quizás sea la única vez que hemos hecho un viaje los dos solos. La otra, el marco en que tuvo lugar. El que fuéramos conscientes desde el primer momento de ambas cosas nos hizo disfrutarlo doblemente.
El Parque Nacional de Canaima está situado al sureste de Venezuela, cerca de la frontera con Brasil, y está contenida en un área conocida como la Gran Sabana. Con un tamaño similar al de la provincia de Álava, Canaima es uno de los parques más grandes del mundo, y también uno de los más bellos. Destacan sus tepuyes, formaciones geológicas únicas en el mundo con la forma de montañas truncadas. Se trata de los restos de una meseta ancestral de la que la erosión sólo ha dejado los trozos más duros. En la cima plana de estas montañas se encuentran formas de vida únicas en el mundo, de ahí que inspirara a Sir Arthur Conan Doyle para su famosa novela El Mundo Perdido, colocando en su cima dinosaurios ya extinguidos.
El tepuy más conocido es el Auyan-Tepuy, de 2.400 metros de altura, porque desde su cima se precipita el Salto Angel, la catarata más alta del mundo con 979 metros. A pesar de lo que se podría pensar, el nombre no deriva de esos espíritus semidivinos de nuestra iconografía religiosa, sino del aviador estadounidense James. C. Angel, que aterrizó en la cima del Auyan en 1937.
Pero la monumental catarata no es el único atractivo del parque. Además de la belleza de la selva que los circunda, hay numerosos saltos de agua en los ríos Caroní y su afluente el Carrao. Los propios nativos del lugar, los indios Pemones, son parte de su encanto. Los hoteles y demás infraestructura turística se encuentran a la orilla de la laguna de Canaima, un paraje espectacular formado en realidad por una curva del Carrao. Tomando ese lugar como base se ofertan diversas excursiones, bien en lancha río arriba o abajo, bien en avioneta.
Nosotros pasamos un fin de semana completo, así que nos dio tiempo a hacer varias. El primer día bajamos por el Carrao hasta el salto Yuri. A la vuelta nos cayó una tormenta tropical que convirtió el camino de subida a los coches desde el río en una catarata. El siguiente día lo empleamos en una excursión de día completo a la base del salto Angel. Son varias horas en curiara (lanchas muy estrechas con fuera borda) subiendo primero por el Carrao y luego por el Churrún hasta llegar cerca del salto. La parte final es a pie, aproximadamente una hora de dura subida por el cauce seco de un antiguo torrente. El esfuerzo vale la pena, porque se llega al mirador de Laime, desde donde se disfruta de una vista espectacular del salto a poca distancia y desde media altura. La grandiosidad del salto me dejó boquiabierto, y me provocó una sensación parecida a la que experimenté al entrar en alguna catedral gótica, como las de Notre Dame o Chartres. Es decir, ser consciente de mi insignificancia ante la Naturaleza, en este caso. Mención aparte merece el almuerzo a base de pollo, asado con una madera especial (de cuyo nombre no puedo acordarme) que tuvimos a la vuelta al río. A la vuelta pasamos por el salto del Sapo, una catarata espectacular que se puede atravesar por detrás de la cortina de agua. La sensación es impresionante, sobre todo en la parte central en la que literalmente tienes que pasar por debajo del torrente.
El último día lo ocupamos en una excursión aérea al salto, en un DC3 de antes de la Segunda Guerra Mundial. Este dato lo puedo asegurar porque a los pasajeros nos permitían acercarnos uno a uno a la cabina para apreciar el paisaje, y en una etiqueta pude leer que el año de construcción era 1937. El avión se movía tela, así que ambos cogimos un colocón de aúpa. También nos dio tiempo a hacer una pequeña excursión en curiara por la laguna antes de coger el avión de vuelta a Puerto Ordaz.
Como curiosidad os puedo contar que nos hicimos amigos de un chico venezolano con el que aún me escribo, y que nos hicimos fotos con Scarlet Ortiz, una actriz venezolana muy famosa que andaba por allí con todo el equipo del culebrón que estaba rodando por entonces.
Una excursión que seguro ninguno de los dos olvidaremos, y que sin duda recomiendo a todo aquel que pueda permitírselo.

11 comentarios:

  1. Hablas de lugares maravillosos, aunque creo que si hubieses ido a Jeréz (por decir algo) tan bien hubiese sido especial. Ya le preguntaré a mi contacto venezolano quién es la tal actriz ;)

    ResponderEliminar
  2. Tuviste tentación de pedirle al piloto que te dejara conducir un ratito? Llevabais puesto el casco como el del Barón Rojo? Pq no estaba yo sino seguro que pulso algún botón y sería el de la bomba.

    ResponderEliminar
  3. Parece un paraje espectacular, pero seguro que la compañía fue lo principal. Seguro que el recuerdo es imborrable....

    ResponderEliminar
  4. El viaje es de los que no se olvidan y gran fortuna la tuya, poder compartirlo con tu padre, no mucha gente puede decir lo mismo que tú, ojalá mi padre y yo hubiésemos tenido esa suerte, bueno, nos tocaron otras aventuras a este lado del océano...

    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Que lugar mas hermoso.Habia escuchado de el.Has tenido mucha suerte de poder visitarlo.
    engo la "secreta" esperanza de poder hacerlo tambien.
    Saludos

    ResponderEliminar
  6. ¿Y no viste a mi prima la del Prat?

    ResponderEliminar
  7. Juraría que ya había opinado aquí, pero bueno, volveré a hacerlo.

    ResponderEliminar
  8. Fue lo más cercano a una auténtica aventura que he vivido. Estar a varios cientos de kilómetros del hospital más cercano, o a varias horas de cualquier signo de civilización es una experiencia difícil de conseguir en Pangea.
    Gracias por la visita, fotón, y me alegro de veras de que el geranio dicharachero siga por estos lares.

    ResponderEliminar
  9. Yo tambien he estado en Canaima, un lugar maravilloso como tu bien lo describes...estuvimos tambien en la gran sabana viajando hasta Snta Elera de Uairen, llegando hasta Manaos y en los llanos hasta Prto. Ayacucho, tiempos en que no habian asfaltados los caminos y no era tan peligroso viajar....
    Venezuela es un pais maravilloso y generoso, no merece lo que le esta' pasando ahora.
    Me gusto' tu post, me recordo' viajes que yo tambien hice con con mi papa'.
    Saludos

    ResponderEliminar
  10. Irónicamente, he vivido toda mi vida en Venezuela y nunca he ido... aunque no deja de ser un destino que no pienso perderme.
    Gracias por pasar por mi jardín.

    ResponderEliminar