El ingeniero de guardia en la sala de control volvió a chequear los indicadores de temperatura en el núcleo. El sistema automático de control que regulaba las barras de cadmio no estaba haciendo bien su función. No había duda, había que apagar el reactor antes de que fuera demasiado tarde. Si lo hacía sin motivo podía perder su empleo, pero si no lo hacía y el reactor explotaba morirían todos los que estuviesen a varios kilómetros a la redonda.
Después de pensar sus opciones unos segundos, abrió el protector del botón de parada de emergencia y lo pulsó con decisión. Inexplicablemente no sucedió nada. No puede ser, pensó, no hay nada de software en este circuito, es puro hardware hasta el actuador de las barras. Volvió a pulsar la “seta”, pero nada.
- Evacuen la central, peligro de fisión incontrolada – anunció por el interfono.
Mierda de circuito de seguridad, pensó. Sería irónico que una central de miles de millones se fuera al garete por un cable suelto. Abrió su taquilla y de ahí sacó algunas herramientas.
Empezó por lo obvio: el botón. Dos tornillos y ya estaba fuera. Aplicó los terminales del polímetro a los bornes de salida y pulsó. Piiiii. Esto no es. Las alarmas vinieron a darle la razón a su decisión de parar el reactor. Me quedan 10 minutos, se dijo.
Lo siguiente a chequear era la alimentación del control. Abrió la puerta metálica del armario y encontró en un minuto el transformador. 12’6 voltios. Joder, esto tampoco es. Tendría que bajar a la sala del actuador.
Bajó corriendo las escaleras y entró en una sala llena de armarios y grupos de moto-reductores. Bajo ellos se encontraba el núcleo, a punto de explotar. Recordó que entre el botón de emergencia y el contactor principal había un pequeño circuito impreso con un relé de seguridad. Abrió el armario en cuestión y allí estaba.
No hacía falta ver los indicadores de temperatura ahora. La sala estaba ya a más de 45º y casi podía sentir el calor del suelo a través de los zapatos de seguridad. Tenía menos de 5 minutos antes de ser historia.
De repente, la luz. Una de las pistas de salida del relé parecía comida por la humedad. Aplicó el polímetro y no sonó la continuidad. ¡Esto es! Febril, cortó un trozo de cable del teléfono de la sala y lo soldó a los dos terminales que unía la pista, puenteándola.
Subió los escalones de tres en tres y pulsó de nuevo el botón...
“MEEEEEEEEC”. La puerta se abrió. Este es el sonido de la victoria, se dijo. Tan contento estaba que hasta le hizo una foto con el móvil a la chapuza realizada. Miró la cámara, recordó su vida anterior y toda la alegría se esfumó.
El antiguo ingeniero reconvertido en burócrata volvió a colocar el circuito en la carcasa, cerró el portero automático y entró en su casa.
- Evacuen la central, peligro de fisión incontrolada – anunció por el interfono.
Mierda de circuito de seguridad, pensó. Sería irónico que una central de miles de millones se fuera al garete por un cable suelto. Abrió su taquilla y de ahí sacó algunas herramientas.
Empezó por lo obvio: el botón. Dos tornillos y ya estaba fuera. Aplicó los terminales del polímetro a los bornes de salida y pulsó. Piiiii. Esto no es. Las alarmas vinieron a darle la razón a su decisión de parar el reactor. Me quedan 10 minutos, se dijo.
Lo siguiente a chequear era la alimentación del control. Abrió la puerta metálica del armario y encontró en un minuto el transformador. 12’6 voltios. Joder, esto tampoco es. Tendría que bajar a la sala del actuador.
Bajó corriendo las escaleras y entró en una sala llena de armarios y grupos de moto-reductores. Bajo ellos se encontraba el núcleo, a punto de explotar. Recordó que entre el botón de emergencia y el contactor principal había un pequeño circuito impreso con un relé de seguridad. Abrió el armario en cuestión y allí estaba.
No hacía falta ver los indicadores de temperatura ahora. La sala estaba ya a más de 45º y casi podía sentir el calor del suelo a través de los zapatos de seguridad. Tenía menos de 5 minutos antes de ser historia.
De repente, la luz. Una de las pistas de salida del relé parecía comida por la humedad. Aplicó el polímetro y no sonó la continuidad. ¡Esto es! Febril, cortó un trozo de cable del teléfono de la sala y lo soldó a los dos terminales que unía la pista, puenteándola.
Subió los escalones de tres en tres y pulsó de nuevo el botón...
“MEEEEEEEEC”. La puerta se abrió. Este es el sonido de la victoria, se dijo. Tan contento estaba que hasta le hizo una foto con el móvil a la chapuza realizada. Miró la cámara, recordó su vida anterior y toda la alegría se esfumó.
El antiguo ingeniero reconvertido en burócrata volvió a colocar el circuito en la carcasa, cerró el portero automático y entró en su casa.
Antes que nadie me diga nada, ninguna central basa su seguridad en un único sistema, y menos en un único circuito, obviamente. Pero es que la apertura de una puerta no tiene más, así que...
ResponderEliminarIba leyendo y pensaba: Anda, no me digas que también ha ganado el concurso literario de la central de Springfield o la de Ascó??? :P
ResponderEliminarPues mira, aunque metido a burócrata, puedes abrir una puerta, que yo ya llevo dos veces 70 leiros del ala de cerrajero...
Besines.
Pues mira,ingeniero,a mí lo que me pasa es que timbran y como no suena ningún PIIIIPIIII al presionar, se creen que no están llamando,y aprietan,y aprietan,y aprietan...y yo, hasta que llego a coger,me he ido acordando de los ancestros de gente que después aprecio,...y me entra un sentimiento!...Tiene arreglo?...Yo es por darte vidilla,que veo que lo del papeleo...como que no emociona.
ResponderEliminarAna, ¿te imaginas?, y el premio sería un pez de tres ojos, je, je.
ResponderEliminarTodo tiene arreglo, india. Solo hace falta una buena dosis de aburrimiento. Si tienes suerte será un cable suelto, pero si no es así, o bien directamente el timbre no existe o está kaput. En ambos casos habrá que comprar uno nuevo, acorde a la alimentación del telefonillo (el mío es de 12 V de alterna).
Te dejo un esquema simplón de cómo conectarlo (tanta teoría de circuitos para esto...).
¿Ah, que era una pregunta de coña? Es igual, yo a lo mío.
Ahora, que lo más sencillo es comprar un telefonillo nuevo. No, mejor, llamar para que te lo cambie un chispas, je, je. ;)
Zenkiu! Le paso el esquema al Presi de la comunidad,aunque seguro que de cambiarlo ná de ná,...al final,mi vecina del primero es la que más sabe,que se pone a chillar y no gasta luz y no se tiene que acordar de la familia de nadie,...bueno,eso no,eso lo hace a todas horas,je!
ResponderEliminarBesotes,máquina!
Je,je, a mí me has recordado a McGivver!! (o como se escriba).
ResponderEliminarNooooo, india, ¡qué vergüenza! Además, si vives en una comunidad el esquemita (que no es más que un simple paralelo) no vale, ya que no sólo hay un botón. Y menos si tu portero automático es de los modernos, con display digital.
ResponderEliminarAh, que era broma. Es que no pillo una...
Jo, qué ilu, siempre había querido parecerme a McGyver. Qué tío. Un hacha.
si al final esa es la solucion que utlizamos todos.. las mas rapida que seguro es la menos conveniente.. o si no dime a mi que es eso de apagalo y vuelvelo a encender ;)
ResponderEliminarQue angustia y que tensión!Ya me estaba imaginando a Bruce willis en el papel del ingeniero de guardia. Ahí, salvando al mundo mundial de la catástrofe.
ResponderEliminarEsto...India...siento si alguna vez mis ancestros han ocupado parte de tus pensamientos en días de fiesta xD Uhm...espero no haber sido yo la de los timbrazos!!!!!
Marta!!!!!!!!!!vosotros nunca habéis ocupado mis pensamientos de esa forma tan desafortunada! no ves que tu compañero es prudente para todo? que nos da toke al móvil para avisar de estáis!
ResponderEliminarYo me refería más que nada al que te contesta:"propaganda,me abre?". A la vecina del segundo,que no le abre la llave del portal,pero no la cambia oye. A una de mis cuñás, que no se acuerda de una vez para otra de que el telefonillo no suena abajo pero SÍ arriba ( y sus ancestros,lo son también de mis niños!)
Jajajaja, y era también dramatización literaria :O
qué palabras más grandes para mi personita!!!! jijijiijiji