viernes, 13 de diciembre de 2013

Contradicciones

Hoy os voy a hablar de dos temas que me gustan y que suelen llamar la atención a los que me conocen, por no casar mucho con mi forma de pensar o de ser.

El primero es la historia militar. Aquí mismo habéis podido leer algunas historias de batallas. Los juegos de estrategia bélica siempre me gustaron, y las películas bélicas ni hablemos. Sin embargo soy un pacifista convencido. No solo lo digo de palabra. Rechacé un trabajo de los de "para toda la vida" porque era en una empresa de la industria militar. Por lo mismo nunca me planteé seriamente la carrera militar, a pesar que con mis orígenes humildes era la única forma posible de haberme convertido en piloto. 

¿Cómo se come esto? Supongo que porque lo mismo que a uno le puede gustar Juego de Tronos, pero no tiene porqué atraerle vivir en el mundo medieval-fantástico que allí se describe. Ni defender ese estilo de vida. Bien es cierto que hay algún pirado que empieza jugando al air-soft o leyendo sobre la 2ª Guerra Mundial y termina cometiendo alguna locura con armas reales. Pero se trata de eso, de gente que ya andaba tocada antes de acercarse a este mundo. La historia bélica es muy interesante, y es en el mundo militar donde la tecnología es más puntera. Así de cabrones somos los humanos, agudizamos la inteligencia cuando se trata de joder al prójimo.

Hablando del tema, el otro día me invitaron a visitar el portaaviones Juan Carlos I, con puerto en la Base de Rota. Ni corto ni perezoso acepté, y la verdad es que disfruté la visita. ¿Me gustaría servir en él? Ni loco.


El otro tema contradictorio en mi historial personal es la cacería. Sí, fui cazador durante algunos años. Siempre caza menor: conejos, perdices, liebres... No estoy hablando de leones o elefantes. Pero lo cierto es que maté animales por diversión, y luego me los comí. Dicho así hasta yo mismo me sorprendo. ¿Cómo fui capaz? El permiso de armas lo he tenido hasta este año, en el que finalmente he regalado mis escopetas. La última pieza sin embargo puede hacer perfectamente 12 años que la cobré. 

Ahora no creo que volviera a cazar, aunque me dieran la oportunidad. Me dan demasiada pena los animales para volver a disfrutar de la caza. Porque lo cierto es que la disfrutaba, y mucho. Ni entonces ni ahora lo veía como una crueldad. Mi padre y yo salíamos al campo con nuestros perros, y las piezas siempre tenían una opción para escapar. De hecho la mayoría lo hacían, antes incluso que las viéramos. Las pocas veces que logré ver una liebre quieta en el campo, siempre la asusté antes de disparar, para darle una oportunidad. No era una lucha justa, no os voy a engañar. Pero casi ninguna lo es. Que se lo pregunten a los millones de animales de granja sacrificados cada año. Pero no quiero ser demagogo, el ser humano ha sido cazador durante muchos miles de años para que aún no se nos dispare la adrenalina cuando los perros ahuyentan una pieza y la tienes a tiro. Además, el momento del disparo era solo eso, un momento. Lo que realmente me gustaba era ver el trabajo de los perros, disfrutar de la naturaleza y sobre todo, compartir tiempo con mi padre.

4 comentarios:

  1. Pues yo comparto tu afición a las historias bélicas y tampoco me considero un tipo beligerante. El ajedrez, al fin y al cabo, también es un juego de guerra, y sería exagerado decir que un ajedrecista es un tipo belicoso.
    Respecto a la caza, sólo necesité cobrar una pieza para darme cuenta de que aquello no era lo mío, pero me gusta disparar, más porque me gustan todos los juegos de puntería (los dardos, la petanca, el billar,...)que porque me gusten las armas. De hecho, cuando practiqué el tiro con arma corta, me daba canguelo que se me encasquillase el arma y siempre prefería tirar con armas de tambor (quizá también por mi afición al western). Cuando tiraba (también hace años que no tiro con un arma de fuego), quizá también por influencia del western, me gustaba ser el más rápido del lugar, y apuntaba maneras, tanto a diana como al plato.
    En fin, la estrategia militar es un ejercicio que tiene mucho de organización y mucho que ver con dar una respuesta rápida y eficaz a un problema, muchas veces inesperado. En cuanto a la puntería, obtengo mucha más satisfacción disparando, por ejemplo, a un animal con una cámara fotográfica que con un arma.
    El deporte también tiene muchas similitudes con lo bélico, y a menudo con la puntería.

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  2. Compartimos afición a los deportes de puntería. Las pocas veces que he tirado al plato no se me dio mal, y aún conservo una carabina de 5,5 mm con mira telescópica que me regaló mi padre, con la que de vez en cuando tiramos al blanco.
    Nunca he disparado una pistola. Ni en la mili, donde sólo tiré con Cetme y subfusil. Me gustaría hacerlo algún día, para ver si es tan complicado como dicen.

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  3. Esas carabinas son una chulada, yo también tuve una con mira. Y las pistolas son complicadas. Yo tiré con 9 mm, browning, glock,... En realidad me colaba en un club de tiro como invitado de un socio y siempre alguien te dejaba probar su arma. Mi preferido era un revolver Smith&Wesson 22 corto oxidado que dejaban a los visitantes como yo. Un día me dejaron un magnum como el del agente Callahan y era un cañón; pesaba tanto que no pude dispararlo con una mano, pegaba un petardazo brutal -incluso desagradable- y tenía un retroceso de narices. No acerté ni un blanco a 25 metros. También probé uno de esos de marine, no recuerdo el nombre; era una réplica del m16, fabricada en Checoslovaquia, algo más ligero, muy preciso y potente. Con ese hice blanco a unos 100 metros, tirado en el suelo y con trípode; el blanco era una pequeña lámina de hierro de unos dos cm de ancho colgada de un hilo y, a pesar de eso, la bala lo atravesó.
    Tengo que decir que la gente tiradora que conocí en el club era muy responsable y consciente de lo que tenía entre manos pero también hubo un gilipollas de esos que se sale del puesto con la pistola cerrada; llevaba el cargador vacío pero nadie podía saberlo y le cayó una buena bronca de todo el mundo. Ya se sabe, las carga el diablo.

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  4. Jo, tienes un amplio historial armamentístico, je, je. Acertar a cien metros un blanco tan pequeño es todo un logro, aunque sea con trípode.

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