martes, 15 de enero de 2008

¡Feliz cumpleaños Ampharou!

Querida Ampharou,
Que tengas un feliz día de cumpleaños junto a los tuyos, y que la maldición de cumplir años en fechas cercanas a los Reyes Magos no te prive de "cienes y cienes" de presentes.
Aprovecho la ocasión pora agradecer tu amabilidad, tu dulzura y cómo no, esos textos con los que nos regalas de vez cuando.
Como el que sigue, uno de mis preferidos. Espero que no te importe que me lo quede un ratito.
Un beso.

Gualterio


Historias de autobús
Cada día, entre lunes y viernes, salgo de casa a la misma hora: tarde. Cada día, a la misma hora, espero el autobús en la parada que hay justo enfrente de mi casa. Y cada día, a la misma hora, solemos esperar el autobús los mismos: la chica que llega a la parada hablando por el móvil, que sube al bus hablando por el móvil y que continúa todo el trayecto hablando por el móvil; la señora con moño que vive en mi mismo bloque; el ejecutivo estresado que mira la hora continuamente y algunas personas más, asiduas o pasajeras a esa hora y a ese autobús.
De las primeras, también hay una rubia preciosa de cabellos brillantes y ojos de un azul intenso que, indefectiblemente, llega abrazada a un chico guapo al que tan sólo hay que mirar de reojo para darse cuenta que vive entregado a ella: le quita con auténtica devoción cualquier mechón rebelde de la cara, ríe con cada mohín de ella y le habla con tanta dulzura que los que le oímos no podemos dejar de esbozar una sonrisa. Ella, mimosa, apoya su cabeza contra su hombro mientras espera, como todos nosotros, el autobús que parece no llegar nunca. Cuando al fin aparece, ella levanta la cara, se quita el chupete y suelta un «papá» que suena como un cascabel.
No debe haber cumplido los dos años. En cuanto subimos al autobús en perfecto desorden, tal y como sólo sucede en Cádiz, el papá, con la preciosidad en brazos, se sitúa, siempre que puede y el autobús no es una réplica exacta de una lata de sardinas despresurizada, junto a las ventanillas de la parte izquierda del autobús. Desde allí, la pequeña no le quita la vista a la acera de enfrente, que pasa deprisa en dirección contraria. Se sabe la calle de memoria y basta con que el padre le diga «mira, la playa» cuando por alguna bocacalle se adivina un trocito de mar para que ella abra los ojos y la boquita todo lo que puede y le pida a su papá «ota paya, sí, papá?».
Ambos se bajan en mi misma parada, no sin antes despedirse debidamente del autobús. Yo, a mi vez, sonrío por enésima vez y me despido, para mis adentros, de ellos.
Ampharou, 10 de junio de 2007

5 comentarios:

  1. Muchísimas gracias, don Gualterio!!! Hace usted que me sonroje!!!
    Y no sólo le permito, sino que es todo un honor que mis letras aparezcan en su casa :)

    Besines.

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  2. Gracias Malatesta por recordarnos el cuple del bombón de Trafalgar. No hay masque ver como escribe para ver lo binica que nos ha salio la criatura.
    Y esto no lo digo por efectos de la anestesia ja ja ja que recien empiezo la convalecencia y ya la hice pis anoche.
    FELICIDADES

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  3. Me sumo a la felicitaci�n por el cumplea�os, y a�ado una felicitaci�n por el texto, realmente sensible y delicioso. Saludos a ambos.

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  4. De nada, chica, porque tú lo vales :)
    Carlos, me alegra leer que estás de nuevo por estos lares tan pronto.
    Isabel, hace tiempo que no paso por tu estupenda página. Niño malo...

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  5. me uno a las felicitaciones, y que sean grandes las fiestas, por todo lo alto!!
    saludos

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