El fantasma del ahorcado

Esta noche, al volver del gimnasio, me he quedado embobado con los estrato-cúmulos iluminados por la luna de la que nos hablaba hoy Ampharou. Así que después de cenar, cámara y trípode en mano, me he acercado a un almendral que tenemos cerca de casa.
Como todo en esta vida, la fotografía es cosa de prueba y error. He tomado tropecientas fotos, de las que solo algunas se pueden salvar.

Si pusiese nombre a mis fotos, ésta se podría llamar como aquella canción emblemática de La Frontera: el fantasma del ahorcado. De hecho, la he estado tatareando mientras tocaba aperturas y diafragmas.

Si me ves llegar, será mejor
que me escuches con atención.
No pasan las horas en este lugar
sólo hay un árbol y mi soledad.

Si maté y robé no fue por ambición
y no había odio en mi corazón.
Fue la rueda del destino
la que me hizo así,
cuando la suerte me abandonó.

Mírame, soy la sombra en aquel árbol.
Escucha bien mi canción.

Me largué una mañana a otra ciudad,
la mala fortuna me vino a buscar,
un disparo equivocado me sentenció,
y en aquel árbol todo acabó.

Si en algún lugar escuchas mi voz
espero que recuerdes mi canción.
Tú sabes lo que fui y lo que soy
sólo hay venganza entre los dos.

Mírame, soy la sombra en aquel árbol.
Escucha bien mi canción.

Si en algún lugar escuchas mi voz
espero que recuerdes mi canción.
Tú sabes lo que fui y lo que soy
sólo hay venganza entre los dos.