" -¿Por qué yo?- quiso saber Alatriste.
Alzó un poco las manos Malatesta, como diciendo por qué no, y luego hizo un gesto hacia la jarra de agua que estaba sobre la mesa, pidiendo licencia para aclararse la garganta; pero el capitán negó con la cabeza.
-Por varias razones – prosiguió el otro, resignado a pasar sed-. Tenéis cuentas pendientes con mucha gente, aparte de mí… Además, lo vuestro con la Castro era una ciruelita genovesa – aquí se alargó la sonrisa maligna-. Imposible desaprovechar la ocasión de atribuirlo todo a achaques de celos, y más en sujeto de acero fácil como vos… Lástima que nos dieran el cambiazo.
-¿Sabíais quién era el hombre?
Malatesta chasqueó la lengua, desalentado. Un profesional molesto con su propia torpeza.
-Creía saberlo- se lamentó-. Aunque luego resultó que no lo sabía.
-Puestos a acuchillar, es acuchillar muy alto.
El italiano miró a Alatriste casi con sorpresa. Irónico.
-Alto o bajo, corona o alfil, se me dan una higa –dijo-. No aprecio más rey que el de la baraja, ni conozco a otro Dios fuera del que uso para blasfemar. Alivia mucho que la vida y los años te despojen de ciertas cosas… Todo es más simple. Más práctico. ¿No opináis lo mismo?... Ah, claro. Olvidaba que sois soldado. Al menos de boquilla, para ir tirando y creerse digna, la gente como vos necesita palabras como rey, verdadera religión, patria y todo eso. Parece mentira, ¿no?... Con vuestro historial, y a estas alturas.
-De cualquier modo –añadió al poco-, vuestra lealtad de súbdito ejemplar no os impidió disputarle hembras a Su Católica Majestad. Y al cabo, más ahorca pelo de alcatara que soga de esparto… ¡Puttana Eva!
Se calló, zumbón, y luego deslizó entre dientes su vieja musiquilla. Haciendo caso omiso de la pistola que seguía apuntándole, paseó la vista por la habitación, el aire distraído. Falsamente distraído, por supuesto; Alatriste comprobó que los ojos avisados del italiano no perdían detalle. Si descuido la guardia un instante, concluyó, el bellaco me salta encima. […]
-Lástima- dijo, sereno-. Habría preferido tener esta conversación en otro sitio, espada en mano, sin prisas. Pero no creo que me deis esa oportunidad.
Le sostenía la mirada, entre inquisitivo y sarcástico.
-Porque no me la vais a dar… ¿Verdad?
Seguía sonriendo con mucha sangre fría, clavados sus ojos en los del capitán.
-¿Alguna vez habéis pensado –dijo de pronto- en lo mucho que nos parecemos vos y yo?
A ese supuesto parecido, se dijo Alatriste, le quedan unos instantes. Y al hilo del pensamiento afirmó la mano, orientó bien el cañón de la pistola y se dispuso a apretar el gatillo. Malatesta leyó la sentencia como si le hubieran puesto delante un cartel: su rostro se puso tenso y la sonrisa se heló en su boca.
-Os veré en el infierno –dijo."
Arturo Pérez-Reverte. El caballero del jubón amarillo.
Ilustración de Joan Mundet
aficionado a alan triste?
ResponderEliminarMás bien alter ego de Alatriste, niob3. Su Moriarty, su reflejo oscuro. Aunque en El caballero del jubón amarillo a mi entender los papeles se invierten. Y eso fue uno de los motivos de que tomara el nombre del personaje.
ResponderEliminarNo, aprendiz_, no muere... aún. Aunque esas cosas no se cuentan, se leen. Te animo a leer la serie completa.
El amigo Pérez-Reverte tiende a la polémica y a veces se le va la olla, pero a mí me parece buen escritor.
PD: Es curioso, pero resulta que Moriarty sólo aparece en dos de las sesenta novelas de Sherlok Holmes. Espero que Malatesta siga apareciendo en las dos novelas que quedan por publicar sobre el capitán Alatriste.
Es curioso, a mí cuando más me gusta Reverte es cuando se le va la olla...
ResponderEliminarUn beso.