martes, 30 de agosto de 2005

Pánico

Algo va mal. Me cuesta respirar. ¿Uno de mis ataques de asma, quizás? No sé el motivo, pero me falta el aire.
De repente me despierto. Todo está oscuro. Bien, era sólo un sueño. Un momento. Es verdad que me estoy asfixiando. El aire no puede entrar ni salir de mis pulmones. Algo lo bloquea. Ya estoy totalmente consciente, y la primera reacción es el miedo. Me incorporo. La escasa luz artificial que dejan pasar las cortinas me dejan ver que ésta no es mi cama, ni ésta mi habitación. Estoy solo. ¡Dios, necesito respirar! De un salto me pongo en pie, y en ese instante recupero por completo la memoria. Estoy en Tuttlingen, Alemania, en un viaje de trabajo, para comprar unas máquinas. Llegué ayer desde el aeropuerto de Stuttgart en un coche de alquiler, y cené sólo en un restaurante italiano que ya conocía de viajes anteriores. Después fui a dormir al Hotel Stadt, pero al edificio anexo, no al principal que está frente al Danubio. ¡Aire, por favor! Me invade por completo el pánico. Nunca lo había sentido antes. Estoy acostumbrado a respirar con dificultad por el asma, pero esto es diferente. Intento toser, sin éxito. Recuerdo que una vez ví en la tele cómo se hacía la maniobra de salvación contra atragantamientos, pero los cabrones no explicaron cómo hacérsela uno mismo. ¡Dios mío, voy a morir! Golpeo la puerta de la habitación para llamar la atención. Llevo ya unos diez o quince segundos sin aire, no lo sé. Tampoco sé cuanto más llevaba así antes de despertar, así que calculo que como mucho me queda un minuto escaso antes de perder el conocimiento. Ahora recuerdo que la recepcionista me dijo anoche que este edificio está abierto sólo para mí, que el resto de habitaciones están vacías. Antes de que pueda bajar a la calle y encontrar a alguien estaré muerto. ¡Socorro! Grito en mi mente, porque de mi boca no sale ni un suspiro. Además de pánico, me invade la tristeza. Voy a morir sólo, a miles de kilómetros de las personas que quiero, y además de una forma totalmente absurda. Al borde del paroxismo, empiezo a correr y dar saltos por la habitación como un loco, golpeándome contra las paredes y los muebles…
Por fin, en uno de esos saltos algo sale de mi boca en una tos violenta, dejando libre las vías respiratorias. ¡Aire! Respiro violentamente al principio, queriendo recuperar de un tirón todo lo que no he respirado antes. Poco a poco voy recuperando el resuello, y la cordura. Todo ha pasado muy rápido, quizás en treinta o cuarenta segundos, pero me ha parecido una eternidad. ¿Quién ha dicho que uno ve pasar su vida como una película cuando va a morir? Yo sólo pensaba en respirar, en vivir, en ver de nuevo a mi gente. El sabor ácido y amargo de mi boca me hace pensar en que quizás todo ha sido culpa de un reflujo de comida mal digerida que se ha ido por mal camino, hacia la tráquea se entiende. Maldigo los espaguetis a la carbonara y a su puta madre.
Enciendo la luz, y la habitación del Stadt ya me resulta familiar. Lentamente, más tranquilo ya, me acerco a la cama. El reloj despertador dice que son las cuatro de la mañana. Hasta las siete no me tendría que levantar. Lo último que se me ocurriría es volver a dormir, así que preparo la almohada contra la pared y me siento apoyando la espalda en ella. Tío, lo has tenido cerca. Poco a poco, contra mi voluntad, el cuerpo se relaja tras la intensa tensión sufrida y me invita de nuevo al sueño. Por estúpido que parezca, el último pensamiento antes de dormirme de nuevo es anotar mentalmente que la próxima vez que viaje tengo que echar unas pastillas de Almax al neceser.

6 comentarios:

  1. Pásate por el garito de Paul, que se respira un gran ambiente. Por fin alguien se ha leído el libro.

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  2. Yo de tu clic en mi blog he llegado en otro al tuyo. Este es un micromundo paralelo a la realidad donde puedes perder el aire por momentos y recuperarlo de repente con alguna contestación. También me ha parecido interesante el tuyo. Yo también volveré, y espero que la proxima vez respires aire fresco y la comida no te ahogue.

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  3. Pues es increible pero casi la mitad de urgencias que tengo como enfermero son crisis de panico...
    Son situaciones en las que el paciente tiene angustia vital,efectivamente piensa que va a morir inminentemente...
    Desde el punto de vista medico son un coñazo porque tienes que hacerles toda la bateria de pruebas como si fuera un infarto por ejemplo(ECG,...)sabiendo que un diazepam lo va a dejar como nuevo...

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  4. Tio, espero que eso no te haya pasao nunca ni de refilón, que angustia, que claustrofobia, que pánico...
    La ilustración, perfecta, a ver si aparece ya.

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  5. A ver, por orden:
    - Gracias, esa era la intención.
    - No lo dudes, allí nos veremos. Hammett, el maestro de la novela negra. Quizás lo relea de nuevo. También leí "El halcón maltés".
    - Conocer personas como vosotros me hace olvidar otros malos encuentros. Mizerable: el próximo paso es un diseño de blog tan completo como el de 3nity. Recomendables ambas visitas.
    - A veces la psicología ayuda más que los medicamentos. Te lo dice uno que sufrió de ansiedad, aunque en otras circunstancias.
    - Pues está basada en hechos reales. De verdad pensé que iba a morir, y quizás si no me da por hacer el loco efectivamente ahora estaría muerto. Supongo que el ladrón esperará unos añitos a que se calmen las aguas.

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  6. Quedarme sin respiración es lo más agobiante que he sufrido nunca. Estás totalmente solo, no puedes pedir ayuda. De tu boca lo único que asoma es la singüeso.
    Yo empecé a darme puñetazos en el pecho y en la boca del estómago. Al final mis pulmones se hincharon, se me nubló la vista y comencé a sudar como un cerdo.

    Eso sí, aquella sensación de alivio fue la ostia.

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